lunes, 21 de febrero de 2022

 

Releyendo a Saint-John Perse a propósito de una

(mala) traducción de Lezama

 

Por Ernesto Hernández Busto

 

 

I

 

Leer a Saint-John Perse nos informa de una extraña forma de júbilo o exaltación poética provocada por la sola existencia del mundo. Desde su primer libro, Elogios (1911), hasta su Canto para un equinoccio (1975), Perse despliega una sostenida vocación por la alabanza que lo emparenta, como se ha hecho notar, con la antigua poesía sagrada, los himnos y las teogonías.

Elogios celebra una infancia tropical cuyo paisaje acaba siendo una imagen de plenitud: el mar, la tierra, las plantas… forman un recinto que incuba imágenes poderosas en una estrofa que recuerda a Píndaro, Rimbaud o Claudel. Se trata de una poesía escrita —como reza el título de su célebre elegía— «para celebrar la infancia». Por esa infancia se le ha llamado «poeta antillano», y el mote exótico ha corrido con suerte crítica, desde Valery Larbaud (que evoca «la sabiduría y la antigüedad americanas, la vieja sangre noble del Nuevo Mundo») hasta Carpentier (que dice leer a Perse mientras navega por el Orinoco).

Es cierto que el paisaje antillano es el escenario del primer libro de Perse, pero la sabiduría de estos poemas no proviene, por supuesto, de ninguna «sangre noble» ni de una «presencia, latente o manifiesta, de las Antilias», sino de un recurso retórico que Perse usa como ningún otro poeta: la saturación de nombres. Junto al elogio del mundo natural, a la infancia de la civilización, a la primera edad del hombre, hay también una profusión «numénica» como ajuste de cuentas, un adiós a la «fábula generosa» de la mirada inocente que se convierte en anuncio de partida definitiva: «todos los caminos del mundo comen en mi mano». Octavio Paz lo hace notar con singular agudeza: «De Éloges a Anabase sólo había un paso. Perse lo dio sin nostalgia, decidido desde entonces a ser el Extranjero: no hay camino de retorno ni vuelta al país natal».

Para Roger Caillois, de quien Lezama aprendió tanto, Perse es el «cronista de una civilización ideal que parece surgida de todas las grandes épocas de la historia (…) Sin pertenecer propiamente a ninguna de ellas, dicha civilización reúne sus perfecciones y la estabilidad de sus liturgias, para ofrecer al poeta una vasta extensión de inocencia y bienestar, de profusión y poderío, donde se proyectan indefinidamente sus predilecciones».

La poesía de Perse —se ha dicho hasta el cansancio— resuelve el dilema entre Naturaleza e Historia recordándonos ese carácter mayúsculo que implica la fundación misma de lo histórico. Cada estación de su recorrido poético es, metafóricamente hablando, una isla que no pertenece a ningún archipiélago; al contrario, está cada vez más aislada, como la estación momentánea de un viaje hacia el exilio definitivo. Por eso la poesía de Perse, vuelvo a citar a Paz, «debe leerse como un ejercicio de intrepidez espiritual. Sus poemas no nos ofrecen un refugio contra la noche y el mal tiempo: son un campamento al aire libre. Nada de raíces: alas. Su tema es plural y simple: los tiempos, el tiempo. Historia sin personajes porque el único personaje real de la historia es un ser sin nombre y sin rostro, mitad carne y mitad sueño: el hombre que somos y no somos todos los hombres. Viaje sin carta de marear ni brújula porque las ciudades, los puertos, las islas, toda esa deslumbrante geografía, se desvanece apenas la tocamos».

El sentido de la historia no es entonces más que un presente imaginado que se confunde con las luces de un paisaje primigenio. Los fastos de las viejas sagas se entreveran con los fenómenos físicos. La tormenta, el relámpago, el verano y el diluvio son parte de la misma gesta porque para Perse Historia y Naturaleza son dimensiones entrecruzadas de la Poesía. Y ese es, tal vez, el atractivo moral de su errancia: si uno contempla la historia desde el Paisaje, no cederá nunca al tremendismo; «los peores trastornos de la historia —recuerda Caillois— no son sino ritmos de estaciones en un más vasto ciclo de encadenamientos y renovaciones, y las Furias que atraviesan la escena, antorcha en alto, sólo iluminan un instante del muy largo tema en curso».

 

II

 

A Perse acude Lezama, no sólo para incorporar todos estos prolegómenos de una doctrina de la Imago, sino también para conjurar el «peligro» de una poesía «caribeña» que acabe varada en la apología del mestizaje identitario, al estilo de Césaire y sus imitadores. La poética del Nuevo Mundo —demuestra Perse— también puede convertirse en saga bíblica, críptica alabanza a los orígenes de la Creación.

Todo esto —más el ciclón que azotó el occidente cubano en 1946— confluye en su traducción de Pluies, publicada en el segundo número de la revista Orígenes y editada luego (Lluvias, La Habana, enero de 1961; por La Tertulia, una pequeña colección que dirigían José Mario y Fayad Jamís), con un denso prólogo que se incluirá en La cantidad hechizada: «Saint-John Perse, historiador de las lluvias».

Pluies fue publicado por primera vez en Les Lettres Françaises (nº 10, octubre de 1943), y es, sin duda uno de los mejores poemas de Perse, que ni siquiera la macarrónica traducción de Lezama consigue destrozar enteramente.

Vale la pena enlistar algunos de los errores encontrados al confrontar la traducción del cubano aparecida en Orígenes con el original. Me limito a varios de los incontestables y dejo a un lado muchos otros deslices o soluciones discutibles, como mantener el banyan del original (Ficus benghalensis, ese árbol de raíces aéreas que también tenemos en Cuba) como «árbol Banyan» en vez de optar por el castizo baniano, ficus o higuera de Bengala.

Donde dice:

 

Une éclosion d’ovules d’or dans la nuit fauve des vasières

(Una eclosión de óvulos de oro en la noche salvaje de las ciénagas)

 

Lezama traduce:

 

«Una eclosión de ondas de oro en la noche salvaje del limo tostado»

 

Donde dice:

 

Et mon lit fait, ô fraude! à la lisière d’un tel songe

(Y mi cama ya hecha [o tendida], oh fraude, en el lindero de ese sueño)

 

Lezama traduce:

 

«Y mi lecho elaborado, oh fraude, en los confines de ese sueño».

 

Donde dice:

 

Là où s’avive et croît et se prend à tourner la rose obscène du poème

(Allí donde se aviva y crece y vuelve a contornearse [desplegarse] la obscena rosa del poema)

 

Lezama traduce:

 

«Allí donde se aviva y crece y vuelve a caer la rosa obscena del poema».

 

Donde dice:

 

La terre à fin d’usage, l’heure nouvelle dans ses langes, et mon coeur visité d’une étrange voyelle

(La tierra con fines de uso, la hora nueva en sus mantillas, y mi corazón visitado por una extraña vocal)

 

Lezama traduce:

 

«La tierra como una costumbre secreta, la hora nueva en sus pañales y mi corazón visitado por una extraña vocal».

 

Y eso es apenas en la primera parte del poema. En las páginas que siguen veremos a Lezama traducir «la face des vivants» por «la casa de los vivos», «élégies» por alegrías; eliminar la miel de lavez le sel de l’atticisme et le miel de l’euphuisme, convertir el «pressé» (apremiado, urgido, hostigado) de «l’homme encore des toutes parts pressé des idees nouvelles, qui cède…» en «el hombre aún prisionero de las ideas nuevas» o lidiar con un verso esencialmente paradójico (et mon poème, ô Pluies, qui ne fut pas écrit!; «y mi poema, oh lluvias, que no fue escrito») colocándolo en un imposible futuro: «y mi poema, oh lluvias, que no será escrito».

Frases mal traducidas por exceso de literalidad también hay varias: «Qué pesa el agua del cielo» por «qué empuja el agua del cielo al bajo imperio de la espesura» (que pèse l’eau du ciel au bas empire des taillis) o les pages les mieux nées como «las páginas mejor nacidas» en vez de «las páginas mejor concebidas».

Más allá de todos los detalles puntuales —que hasta donde sé nadie se ha tomado el trabajo de confrontar, mientras, en cambio, comúnmente se celebra esta traducción como «obra maestra»— la evidencia del contraste es que Lezama no sabía suficiente francés e imaginó a Perse al mismo tiempo que lo traducía. En el fervor creado por un diluvio poético, creyó descifrar las imágenes más allá de los significados. Este recurso es particularmente equívoco a la hora de leer a Perse, un poeta de la precisión, con un extensísimo vocabulario, pródigo en sustantivos bien escogidos para bautizar una cosmogonía. Tengo la impresión de que bajo el aguacero poético de Perse, Lezama avanza al buen tuntún, intuyendo una grandeza que su propio oficio no alcanza y resumiéndola para los inexpertos como «configuraciones del azar concurrente».

 

Sobre el autor

Ernesto Hernández Busto (La Habana, 1968). Escritor, ensayista y traductor residente en Barcelona. Fue uno de los integrantes de PAIDEIA, grupo independiente de estudios que a finales de los años 80 intentó una renovación de la escena cultural cubana y derivó en plataforma disidente. En 1992 emigró a México, donde colaboró sistemáticamente en la revista Vuelta, dirigida por Octavio Paz, así como en otras publicaciones literarias mexicanas como La Gaceta del FCE y Biblioteca de México. En dos ocasiones, 1996 y 1998, obtuvo la beca de traducción del FONCA.  Integró el Comité de redacción de la revista Poesía y poética, y colaboró durante cuatro años en la edición de su colección patrocinada por la Universidad Iberoamericana, que dio a conocer en México algunos nombres fundamentales de la literatura contemporánea como Andrea Zanzotto, Robert Creeley, Marina Tsvietáieva o Joao Cabral de Melo Neto, entre otros. Desde 1999 Hernández Busto reside en Barcelona, donde ha trabajado como editor, traductor y periodista. Su libro de ensayo Perfiles derechos obtuvo en 2004 el III Premio de Ensayo «Casa de América» con los escritores Jorge Edwards, Josefina Aldecoa, José María Castellet y Manuel Martos como jurado.

Su libro más reciente es Inventario de saldos. Apuntes sobre literatura cubana (Colibrí, Madrid, 2005). Diversos trabajos suyos han sido traducidos al inglés, francés, y alemán.

En México y España ha publicado traducciones del italiano, ruso y francés, especialmente de poetas, como Eugenio Montale, Andrea Zanzotto, Valerio Magrelli, Boris Pasternak, Joseph Brodsky y otros.

Ernesto Hernández Busto es, además, el director de la página web Penúltimos días, http://www.penultimosdias.com/, uno de los principales sitios web sobre temas cubanos hechos desde el exilio. PD ha desempeñado un papel fundamental en la divulgación de la labor de la bloguera cubana Yoani Sánchez. El ensayo que aquí publicamos fue presentado originalmente en esas páginas. 


Fuente: https://anibalcampostraduccion.blogspot.com/2013/03/lezama-lima-traductor-de-saint-john.html?zx=41a4fc5c27563f59


domingo, 16 de octubre de 2011

jueves, 20 de enero de 2011

NIGRUBLANCU DE SALOMÓN VALDERRAMA, POR VÍCTOR CORAL

Los críticos extranjeros consideran el llamado neobarroco no solo como el formato que domina el espectro más interesante de la poesía actual; también establecen algunas coordenadas -no siempre coordinadas- donde lo rizomático, la actitud ecléctica, el arrebato y búsqueda lingüísticas son axiales, tanto como los conceptos de inestabilidad, cambio o invasión de temáticas sociales y aún políticas.

El libro que hoy el poeta peruano Salomón Valderrama nos entrega, si bien participa de varias de estas especificaciones, se atiene a una tradición barroca o neobarroco de carácter nacional. Se inscribe en una línea que empieza en la obra de El Lunarejo ("Apologético de Don Luis de Góngora"), continúa con Gamaliel Churata y su "Pez de oro", se condensa de manera deslumbrante en la obra poética de Martín Adán -no sin antes pasar por el tamiz mayor trilceano- y sucede a propuestas tan disímiles como las del Mirko Lauer de "Sobrevivir" y Juan Ramírez Ruiz. Solo esto bastaría para celebrar este acontecimiento poético; pero Valderrama se ha internado además en una exploración del lenguaje del migrante capitalino, tratando de captar sus esencias verbales y mimetizando sus peculiares efluvios conceptuales.

Toda una experiencia poético-lingüístico-antropológica que exige un nivel alto al lector especializado, aunque deja el placer del sonido y de la peculiar eufonía al lego.

domingo, 12 de septiembre de 2010

"ESCENA DE CAZA", PRÓLOGO DE BELLAS Y SUICIDAS DE NORA ALARCÓN

Este miércoles 15 de setiembre a las 7:00 p.m. se presenta el libro Bellas y suicidas de Nora Alarcón en el local Brisas del Titicaca (Jr. Wakulski 180, altura cuadra 1 Av. Brasil). Estarán en la mesa de presentación José Pancorvo y Héctor Ñaupari. Como un adelanto a ese día publicamos el prólogo del libro:

“Una escena de caza
en que el amante
azuza hacia la amada los mastines,
abre en canal su espalda
y arrojando a las bestias
las vísceras sangrantes
da de nuevo comienzo, como un sueño
—ella expía y consiente y habita
el mismo sueño—, a la persecución”.

Olvido García Valdés

Experiencias felices en la temprana juventud, lecturas decisivas que enriquecieron la madurez y terribles desilusiones a lo largo de la misma, son vicisitudes que han dejado alguna huella en mi interior, perceptible para mí y, seguramente, imperceptible para aquellos a quienes poco les importo. He vivido la angustia de atravesar el tiempo de la perdida de seres muy queridos y, además, he sentido que el amor no ha tocado conveniente ni oportunamente a mi puerta.

Cuando viví en Barcelona, me sentía ensimismada en mi soledad y en el exilio voluntario que me había sumido en un nostálgico mal de país, dada la lejanía de mi pueblo. En esos momentos vino a mi memoria una invitación a un encuentro de poesía en la ciudad alemana de Berlín, al que asistí con la secreta esperanza de continuar un romance, fatalidades del destino no se pudo cristalizar. Este fue uno de los detonantes que me llevaron a los senderos oscuros de la depresión. El Mediterráneo fue testigo de mis penas: caminaba solitaria, me empapaba con el aguacero invernal de febrero, el mes más frío en el hemisferio norte. Abril no era el mes más cruel —como en el poema de Eliot—, sino ese lluvioso y gélido febrero.

Esa experiencia fue una especie de muerte. Mi alma se partía. Pensé que el mundo me aplastaría. En aquella época leí los poemas de Sylvia Plath, me enteré que para ella la poesía y su vida eran una especie de apología a la muerte. Entonces, el fantasma del suicidio se apoderó de mis pensamientos y revoloteaba en mi cabeza como una zumbante mosca azul. Estos designios e imágenes sumadas a la posterior lectura de algunas poetas, cuyas vidas fueron más trágicas que las experiencias que yo experimentaba en ese entonces, han hecho que me sienta identificada con la sensación de asumir una decisión tan dura como es la de quitarse la vida. Los motivos pueden ser una infinidad de sucesos: una traición, una llamada, una carta, un accidente, una melodía, una despedida, una muerte, una enfermedad, un divorcio, un error inocente, el hastío, la incomprensión, la marginación, etc.

La compilación de este libro que tiene como denominador común el reunir a poetas suicidas de sexo femenino, todas ellas fallecidas a lo largo del siglo XX, es una especie de catarsis para enfrentar aquel espectro que me ha rondado en situaciones extremas. A veces somos como animales irracionales que destruimos todo lo bello que tenemos o podríamos tener. Somos demasiado crueles con nosotros mismos, matamos al amor, lo ahogamos en un gran charco de barro y sangre, y vamos en contra de nuestro destino. Ahora, mi visión es otra, pienso en mi hijo que es la razón más fuerte para seguir adelante en mi camino, veo reflejados en él muchos sueños y esperanzas que aún no he podido conseguir en mi vida. Cada ser humano aprende de la experiencia, aún en los momentos más duros y en las caídas más difíciles. Quiero recuperar al menos la reminiscencia de los bellos días que viví o perdí, y salir para siempre del oscuro abismo. Cuántas historias contaron mis silencios, cuánto fervor hubo en mis locuras, qué extraña es la vida lejos de ese caos. Sólo ahora lo sé, sólo ahora, cuando retorno a mi país.

Mi propósito con esta antología es rendir un homenaje a aquellas poetas suicidas que en alguno de sus versos reconozco un fragmento de mi propio ser, una nostalgia o una emoción que yo misma nunca podría haber expresado con la misma precisión que aprisiona mi alma cuando las leo.

Son quince poetas suicidas las que se incluyen en este libro, sin embargo quiero nombrar en un acápite especial a Violeta Parra (San Carlos de Itihue, 1917–Santiago de Chile, 1967). No la incluyo dentro del marco de la antología, porque la considero más compositora musical que poeta. Ella se dedicó a rescatar, recopilar e investigar la auténtica música folklórica chilena. En 1953 compuso sus primeras canciones basadas en las formas folklóricas tradicionales. En 1965 se publicó en Francia su libro Poésie populaire des Andes. Es un referente indiscutible de la música latinoamericana. El 5 de febrero de 1967 se suicidó en su carpa de La Reina. En alguna estrofa de una de sus canciones dice: “Miren como corre el agua / batallando por la arena / así batalla mi amor / cuando le ponen cadenas. // Ingrato desconocido, / te haces que no me conoces, / me estoy muriendo por ti / y te estoy llamando a voces”.

En Bellas y suicidas encontraremos diferentes estilos y poéticas empezando con la poesía sentida e intimista de Florbela Espanca: “Morir no es fácil, no / pero es lo más correcto”. Sara Teasdale también es intimista, pero tiene un marcado discurso amoroso: “Mis piernas no responden, / y no he amado aún / Tan sólo fui palabras en mundo de gestos”. La poesía de Alfonsina Storni como un cincel de fuego dentro de un mundo de agua: "Un rayo a tiempo y se acabó la feria”. Antonia Pozzi nos envuelve con imágenes desvalidas, producto de la pobreza y la guerra: “De niña, en las tardes de noviembre / como en los montes seguía / la guerra / y la leña costaba / tanto —como la leche, como el pan—”. Marina Tsvetáieva con visiones de nostalgia, exilio y deterioro, siempre recordando los campos de nieve rusos: "Déjame que me muera mientras la vida es para mí un libro”. Sylvia Plath, dentro de una poesía confesional, nos hace partícipes de sus deseos de suicidase: “Morir es un arte, como cualquier otra cosa”. Alejandra Pizarnik nos lleva al mundo de los sueños y el silencio: “no / las palabras / no hacen el amor / hacen la ausencia”. María Emilia Cornejo con una poesía marcadamente erótica y de protesta frente al machismo imperante: “Soy la mujer que lo castró / Con infinitos gestos de ternura / Y gemidos falsos en la cama / Soy / La muchacha mala de la historia”. Anne Sexton, al igual que su compatriota Sylvia Plath, nos invita a presenciar su suicidio mediante las palabras y su vida: “Los suicidas ya han traicionado el cuerpo”. Veronica Forrest-Thomson de vasta cultura y con una poesía más reflexiva y racional: “Es un hecho que el amor cuando vuelve aburre. / Puede que yo no entienda de dioses pero sé / Que Eros es dios, poderoso y púrpura”. Ana Cristina César nos informa del pesar que le produce tener un cuerpo en esta vida: "No soy divina, no tengo causa / No tengo razón de ser / una finalidad propia: / Soy la propia lógica circundante”. Miyó Vestrini con una poesía de absoluta y brutal sinceridad: “El primer suicidio es único. / Siempre te preguntan si fue un accidente o un firme propósito de / morir”. Amelia Rosselli con una poesía de quiebres lingüísticos, siempre iluminando los pasadizos de la lengua: “cuando sobre un tank me acerco / a aquello que era un tango”. Marta Kornblith, se autodefine como ‘la loca de la casa’ con una poesía que transita los pabellones de las clínicas psiquiátricas y las relaciones familiares: “En todas las casas / habitará una poeta —loca además—”. María Mercedes Carranza, hija del poeta colombiano Eduardo Carranza, con una poesía existencial y que canta el derrumbe de una nación: “En esta casa los vivos duermen con los muertos, / imitan sus costumbres, repiten sus gestos / y cuando cantan, cantan sus fracasos. / Todo es ruina en esta casa”.

Finalmente debo expresar que, en el tránsito de conocer la vida y obra de estas poetas suicidas, mi condición de mujer se ha visto reforzada. Ahora me aferro a la luz de la vida, con más fuerzas y presento esta antología como colofón de una parte de mi existencia, considerando que la vida y el amor son milagros en nuestro existir y hay que disfrutarlos plena e íntegramente mientras duren. En definitiva, la poesía nos une ahora a todos los que luchamos por un sueño*.

Nora Alarcón


* Luego de terminada mi labor de recopilación de materiales para esta antología, Paul Guillén, editor de este libro, hurgando en una biblioteca encontró a otra poeta suicida: Paula Sinos Montoya nacida en Baracaldo (Vizcaya, España) en 1950. Ella sufrió de una temprana esquizofrenia, por lo cual estuvo recluida y sin vínculos sociales. Dejó un único libro titulado Contagio o la imposibilidad de una ilusión. Su muerte, la madrugada del 4 de diciembre de 1981, la cuenta el maquinista del tren que cubría la ruta Bilbao-Portugalete: “Vi un bulto a lo lejos, al final de la recta y creí que se trataba de un perro, no sé... un animal. Pité, pité y pité y no se apartaba. Estaba arrodillada, esperándome de frente. Frené, pero era tarde. Jamás olvidaré aquel rostro, su estúpida mirada". La referencia a Paula Sinos se puede leer en el libro Galería de suicidas de Eliseo González. Madrid: Huerga y Fierro editores, 2003. Ahí se cita el poema emblemático de Sinos:

Estorbo

Siempre puedes pensar que fue el tren el que se arrojó a ti.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Presentación del libro Bellas y suicidas de Nora Alarcón

El miércoles 15 de setiembre a las 7:00 p.m. se presentará el libro Bellas y suicidas de Nora Alarcón en la Asociación Cultural Brisas del Titicaca (Jr. Wakulski 180, altura cuadra 1 Av. Brasil).

Presentadores: José Pancorvo y Héctor Ñaupari
Participación musical: Julio Humala
Ingreso libre - vino de honor

Sobre el libro

Bellas y suicidas. Selección, notas y prólogo de Nora Alarcón. Prefacio de Max Silva Tuesta (Sol negro editores, 2010, 112 pags.)

Bellas y suicidas es una antología que reúne 15 voces de poetas mujeres suicidas del siglo XX. Las poetas son Florbela Espanca, Sara Teasdale, Alfonsina Storni, Antonia Pozzi, Marina Tsvetáieva, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, María Emilia Cornejo, Anne Sexton, Veronica Forrest-Thomson, Ana Cristina César, Miyó Vestrini, Amelia Rosselli, Martha Kornblith y María Mercedes Carranza.